Fitosanitarios: hacer las cosas bien marca la diferencia

Desde el INTA, destacan la importancia de aplicar las buenas prácticas agrícolas, un elemento distintivo que agrega valor a los productos y abre las puertas a nuevos mercados

Desde el INTA, destacan la importancia de aplicar las buenas prácticas agrícolas, un elemento distintivo que agrega valor a los productos y abre las puertas a nuevos mercados.
En una conocida frase, Henry Ford sostenía que “calidad significa hacer las cosas bien, incluso cuando nadie te está mirando”. No importa cuántos años pasen, seguirá vigente. Es el caso de quienes impulsan las buenas prácticas agropecuarias para el uso de fitosanitarios y ponderan esta estrategia como elemento distintivo que agrega valor.
“Hacer las cosas bien es un valor muy preciado que permite diferenciar los productos, lo que abre las puertas a nuevos mercados”, señaló Juan Cruz Molina, director del Centro Regional Córdoba del INTA, quien se refirió a las buenas prácticas agropecuarias (BPA) como un “concepto revalorizado” que implica hacer las cosas mejor de lo que establece la ley.
En este sentido, se mostró orgulloso al señalar que “cada vez somos más quienes hablamos y ponderamos las BPA”, al ritmo que aumenta la cantidad de productores que se suman a esta iniciativa. Para Molina, uno de los caminos para sumar adeptos es el de los incentivos tanto económicos como motivacionales.
“Ofrecer incentivos a quienes aplican las BPA es una estrategia que funciona en Córdoba”, argumentó el director y exsecretario de Agricultura de la provincia, quien especificó que, además del beneficio económico que perciben los productores, aprecian uno intangible como es lograr un cartel de validación para la tranquera de su campo.
Molina aseguró que es clave poder mostrar a sus vecinos que hacen las cosas bien, basado en indicadores de estas prácticas y en un sistema de control que lo legitima. Además, confirmó que el proyecto sigue en pie con proyección de expansión hacia Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos.
En referencia a la desconfianza que generan los fitosanitarios en la sociedad en general, Molina no dudó en explicar que “esto se debe al desconocimiento generalizado de los avances de la agricultura y de la ganadería del siglo XXI” y fue tajante al argumentar que “si tuviéramos muchos más efectos nocivos y negativos respecto a la salud o al ambiente, tendríamos muchos más indicadores y hechos evidentes de impacto, algo que no sucede”.
Ramiro Cid, especialista en aplicación de fitosanitarios del Instituto de Ingeniería Rural del INTA, coincidió con Molina y aseguró que “todos los alimentos que consumimos, en algún momento de su proceso productivo, necesitaron del uso de agroquímicos, incluso en la ganadería” y, sin embargo, la esperanza de vida es cada vez mayor, cosa que no sucedería si tuvieran efectos nocivos.
En este punto, el director de Córdoba dio un paso más al asegurar que “hace rato que la producción agropecuaria y agroalimentaria argentina implementa prácticas agroecológicas como la conservación de los suelos, el manejo del agua y el sostenimiento de los niveles de fertilidad de cada uno de los campos, entre otros”.
De acuerdo con Molina, “la agroecología no significa no usar fitosanitarios” y detalló una serie de mejoras adoptadas como el uso de semillas transgénicas para reducir el uso de sustancias químicas, la implementación de herramientas como cultivos de cobertura, la rotación de cultivos y el riego, entre otras.
Por su parte, Cid sentenció: “No hay que demonizar a los insumos sino, más bien, a la mala praxis” y agregó: “Es fundamental tomar conciencia que los fitosanitarios bien empleados son una herramienta fantástica, pero si las cosas se hacen mal se puede ocasionar mucho daño”.
En cuanto al enojo de la sociedad, Molina reconoció que “todavía hay algunos pocos productores desaprensivos que, por falta de conocimiento, tienen un nivel de inconsciencia que impacta en su propia salud, en la de quienes lo rodean y en el ambiente”. Y agregó: “También hay casos que en la búsqueda de una mayor competitividad cometen errores, como usar herramientas que no están en condiciones o productos con otros colores de bandas toxicológicas”.
Para evitar estas situaciones, desde el INTA destacan la importancia de estar capacitados y tener licencia social, al tiempo de contar con personal matriculado, equipos verificados y registrados en las provincias para cumplimentar con las pautas mínimas de seguridad y reducir al máximo los riesgos, siempre en el marco de la ley.
A su vez, Molina ponderó el rol del INTA, de las universidades y de los profesionales en el proceso de prescripción en el control de enfermedades, malezas, plagas y enfermedades a fin de que sea realizado por técnicos capacitados, como son los ingenieros agrónomos.

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