El enigma de la escasa producción de lúpulo en Argentina

Argentina tiene condiciones ideales para el cultivo del componente aromático de la cerveza, sin embargo la producción es insuficiente y se importa en vez de ampliar la producción local.

Según la Comisión de la Industria Cervecera Argentina, el consumo anual de cerveza en el país fue de 41 litros por persona en 2016: es la bebida alcohólica favorita de los argentinos.
Ya sea de tipo ale o lager, está generalmente compuesta por cuatro ingredientes de base: agua, levadura, malta y lúpulo. Este último componente le otorga el amargor y aroma a la cerveza y, más aún con la creciente popularidad de la cerveza artesanal, su demanda excede ampliamente la oferta.
“Hay solo 3 países en el hemisferio que cultivan lúpulo, Australia, Nueva Zelanda y Argentina; no lo estamos aprovechando”, nota Aníbal Loggia, presidente de la Cámara Argentina de Productores de Cerveza Artesanal (CAPCA). El dirigente de la cámara elabora la marca Loggia y se da cuenta en primera persona de la escasez del ingrediente característico del sabor de la cerveza.
Producción en declive
El lúpulo es la flor de una enredadera perenne que solo crece en condiciones muy específicas. De hecho, Argentina es el único país de Latinoamérica donde se cultiva porque requiere, entre otros factores, extensos periodos continuos de sol. “Además de la producción local, los países vecinos constituyen también un enorme mercado potencial para exportación”, agrega Loggia. Pero para eso se necesitaría empezar con abastecer al mercado local, lo que no está sucediendo.
A pesar de que en Chubut se encuentran las muy precisas y raras condiciones para su cultivo, la cantidad de hectáreas dedicadas al humulus lupulus está en declive y los cerveceros se ven forzados a comprar lúpulo, en forma de flores o pellets, en el exterior.
“Más alto el paralelo, mejores las condiciones”, explica el ingeniero agrónomo Hernán Testa, especialista premiado por su emprendimiento Lúpulo de la Patagonia. “A esta planta le encantan los días muy largos de sol para poder inducirse a florecer y acumular reservas en forma óptima”, explica desde el sur. Testa se dedica al cultivo del lúpulo desde más de una década.
“En Argentina hay dos regiones principales de cultivo, el Alto Valle del Río Negro, donde Quilmes tiene una chacra de unas 25 hectáreas, y la zona del paralelo 42 del Bolsón y Lago Puelo, donde estoy yo”, indica.
Causas del freno
Con el boom de las cervecerías artesanales de los últimos años, Testa vio la diversificación de la demanda de la planta que ya no solo proviene del sector industrial como CCU y AB InBev. Este es el primer año donde la mitad de su producción será destinada a los pequeños productores. Aun así, la cosecha no satisface la demanda y lo atribuye a tres factores.
En primer lugar, Testa reconoce que el valor de la tierra en Patagonia es un freno considerable. “Acá una hectárea óptima para cultivo de lúpulo cuesta 100.000 dólares. Estos no son valores agrícolas en ninguna parte del mundo. En la principal zona lupulera del mundo, en Hallertau en Alemania, la hectárea vale entre veinte y treinta mil euros”, compara el ingeniero y agrega que “hay mucha tierras ociosas en este momento que pertenecen a familias tradicionales que quizás especulan con la urbanización y el negocio inmobiliario que paga mucho más por la tierra subdividida en lotes”.
Para arrendar una tierra para este tipo de cultivo, se requeriría un contrato de unos 10 años para generar toda la estructura, compromiso al que no estarían dispuestos los terratenientes. “El lúpulo no se puede cultivar a corto plazo como la soja o la frutilla”, matiza Testa.
Como segunda causa, Testa explica la alta inversión inicial para un pequeño productor independiente. “El lúpulo es un cultivo industrial, al igual que el tabaco, la yerba mate o la caña de azúcar: suelen estar integrados a una mega industria. Acá en el paralelo 42, eso no existe. Hay una megaindustria que es Quilmes, que compra la producción a precios muy bajos, pero la realidad es que al productor le conviene hacer todo por sí mismo y comercializar directo con la cervecería”, explica.
El tercer motivo que invoca el especialista está ligado a la mano de obra. Siendo que el lúpulo es un cultivo intensivo con tareas muy específicas, conseguir mano de obra es difícil y más grande sea el cultivo, más se complica.
“Es algo que no escapa a ninguna producción de la Patagonia, todos traen gente del norte, una zona del país más carente de oferta laboral con muchas cuadrillas de trabajadores golondrinas que hace años que están asociados a este tipo de tarea. Pero hacen falta buenos capataces, buenos tractoristas, mecánicos de lúpulo. Obviamente que todo se aprende, pero es una más de las barreras que frena el desarrollo del cultivo lupulero”, sentenció Testa. Por Myriam Selhi – Agrofy Agency

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