Aprendiendo de los competidores

Empresarios CREA, técnicos y funcionarios argentinos viajaron a Australia para conocer cómo produce uno de los principales exportadores mundiales de carne. Con tecnologías innovadoras y sistemas intensivos en datos, la interacción público-privada es un factor clave para la competitividad. Por Marcos Lopez Arriazu · Valor Carne

“No es el primer viaje que se hace a Australia para conocer el funcionamiento de la cadena cárnica, ni de productores CREA ni de funcionarios, pero los anteriores se hicieron por separado. La idea de esta visita era hacerla en conjunto porque justamente queríamos profundizar sobre la interacción público-privada en ese país”, dijo a Valor Carne José Lizzi, Coordinador de ganadería del movimiento CREA.
La comitiva estuvo compuesta por 14 productores CREA, cuatro técnicos de la organización y representantes del ministerio de Agroindustria y de la embajada argentina en Australia. La recorrida incluyó campos ganaderos, universidades y organismos públicos y privados.
A campo
En los últimos años, Australia se posicionó como ganadería líder en gestión, integrando tecnologías como la informática y la robótica a las tareas cotidianas. Esta línea de trabajo resulta más relevante ante el alto costo del personal de campo.
“El 80% de la producción se hace en explotaciones de entre 1.500 y 3.000 cabezas, un número que permite ingresos suficientes como para mantener una familia. Una escala menor no es rentable mientras que si supera ese techo necesitan contratar empleados, algo muy costoso que afecta el negocio”, explicó Lizzi.
En tanto, cerca del 20% restante está en manos de megaempresas radicadas en el norte del país. “Estos productores son pocos pero muy grandes; trabajan en campos de unos 2 millones de hectáreas y con rodeos de 100 mil cabezas”, contó. El perfil productivo del país se completa con algunos ganaderos chicos, de alrededor de 50 vacas, que hacen la actividad en forma recreativa y tienen como objetivo económico cubrir los costos.
Las empresas familiares necesitan hacer todo con muy poca gente; por eso, están avanzando en el uso de tecnologías, tanto para la toma de datos como para la gestión de la hacienda. Entre ellas, están incorporando balanzas de tránsito que registran automáticamente entre una y tres pesadas diarias por animal, lo que les permite hacer un seguimiento de las ganancias de peso en forma individual. A su vez, esas balanzas pueden estar asociadas a otros dispositivos como escáners, lásers o cámaras que componen imágenes 3D, y separan animales por peso y grado engrasamiento, entre otras variables.
Cuando el animal transita por la balanza, el dispositivo lee la caravana y, si cumple con el requisito en cuestión, da la orden para que abra o cierre una tranquera que lo separe del resto. Entonces, se puede programar la computadora para que, por ejemplo, reúna todo lo que sea cruza Angus y pese más de 450 kg.
“Estas tecnologías ya están en fase comercial y la utilizan básicamente los adoptadores tempranos. Pero todos los días se les encuentra nuevas aplicaciones como detección de celos o partos e incluso restricciones del área de pastoreo”, aseguró Lizzi, destacando que “esto genera una altísima demanda de técnicos capacitados en sistemas de producción y programación”.
De cara al mercado
Otra característica de la ganadería australiana es la orientación al cliente. “Dos años antes de tener la hacienda lista para faena ya tienen un contrato que detalla el tipo de animal a producir: raza, alimentación y una estimación del precio”, comentó. A partir de esto, prosiguió, “tanto el recriador, como el engordador pastoril o el feedlotero, buscan el ternero que les permite cumplir con lo estipulado. A nadie se le ocurriría engordar el animal y salir luego al mercado a ver si alguien se lo compra”. Y subrayó: “esta dinámica se apoya en sistemas de trazabilidad y tipificación muy precisos”.
Australia cuenta con una serie de entidades y organismos, mayormente privados, que marcan pautas de trabajo y modalidades organizativas a lo largo de la cadena. Conocer a estos jugadores, fue la segunda parte de recorrida CREA.
Para Lizzi, la principal diferencia con la Argentina es que “en Australia el sector privado es el protagonista de las políticas sectoriales”.
“Se juntan, generan consensos desde las bases, tienen organismos que los representan, se sientan con el Estado y le plantean los temas. Finalmente, el Gobierno actúa como un facilitador de procesos a través de las políticas sectoriales”, enfatizó.
Los jugadores
El manejo sanitario, los sistemas de identificación, la trazabilidad, los inventarios de stock, la tipificación de la carne y el marketing están en manos de cuatro organismos privados sin fines de lucro. “El Estado interviene auditando el movimiento de la hacienda y la calidad organoléptica e inocuidad de la carne, además de llevar adelante las negociaciones internacionales para el acceso a mercados”, detalló.
Los directorios de estos organismos cuentan con representación de productores y profesionales. A su vez, “una de las sillas está ocupada por el Departamento de Agricultura, con lo cual el Estado está enterado de lo que pasa en cada una de las decisiones que se van tomando y trabaja en forma conjunta, como uno más”, señaló.
El financiamiento de los organismos también proviene de la actividad privada, mediante una tasa que tributan los ganaderos cada vez que comercializan hacienda.
Por ejemplo, cuando un productor vende un ternero paga 90 centavos de dólar australiano. Ese dinero lo retiene el Estado y se lo devuelve al Meat&Livestock Australia Limited (MLA), que representa a los productores bovinos, ovinos y caprinos. En ganadería vacuna, un 60% de los fondos se destina a marketing y un 20% a investigación y desarrollo.
Una de las actividades en las que el Estado hace un aporte económico es la innovación. “Es el sector privado el que decide qué se va a investigar de acuerdo a la demanda y las necesidades de los productores. Y el Gobierno, en cada una de esas convocatorias de investigación, pone la misma cantidad de dinero que los privados, como contrapartida. Luego audita la marcha de los proyectos cada tres meses”, afirmó Lizzi.
Todos los productores hacen declaraciones juradas de lo que producen, las que son controladas por el MLA. “A nadie se le ocurre mentir. Si dicen que tuvo 105 días de corral y no se usaron antibióticos ni hormonas, consideran que es así. Porque quienes auditan las declaraciones son sus pares y si encuentran datos incorrectos tienen la posibilidad de sacarlo del negocio”, aseveró Lizzi.
La potestad de expulsar de la actividad al productor que miente tiene el fin de preservar la transparencia de la actividad. “Cuidan muchísimo su imagen. Es una economía muy abierta, basada en la competitividad y saben que la credibilidad es clave en el éxito”, sostuvo.
Otra idea que quedó dando vuelta entre los hombres de CREA, es la revisión del concepto de competencia entre los países exportadores. “Todas las personas con las que estuvimos se encargaron de recalcarnos que no somos competidores, que somos jugadores diferentes, que tenemos que aliarnos y nos pueden ayudar a entrar a nuevos mercados. Para ellos, cualquier acción que amplíe la demanda, es un beneficio para todos. Tienen la visión fortalecer y promover el consumo global de carne vacuna”, resaltó.
Volviendo a la Argentina, para Lizzi, compararse con los mejores abre oportunidades. “Tenemos que hacernos responsables de lo que pasa en nuestras empresas a lo largo de toda la cadena. Debemos ayudar al sector público a tomar decisiones que sean mejores para la ganadería y para el conjunto de la sociedad”, finalizó.

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