«El Zorro nació el 12 de marzo de 1972, en Monte Cura, un campo entre Irene y Aparicio, en Coronel Dorrego. A los seis meses quedó huérfano y me lo traje para Cascallares -partido de Tres Arroyos- a La Susana. De lo flaco que estaba por la muerte de la madre casi lo pierdo en el viaje. Yo le puse El Zorro porque cuando era nuevo era todo negro y tenía la cola y la cara blanca. Después se puso todo blanco».
«Era lo más mansito que había. Si lo tuvimos que probar con espuelas porque lo atábamos al palenque para palenquearlo y ni se asentaba de lo tonto que era. Pero lo probamos aquella vez, la primera monta, y se avivó de más. Y fue un indomable. Fue para fines de 1974, tenía casi tres años. Tuvo cinco montas a las clinas y en 1975 debutó con bastos con Hugo Campos, de Tres Arroyos, que ya es muerto. Hasta 1978 anduvo en ruedas y finales hasta que debutó como monta especial, en San Manuel, provincia de Buenos Aires, con el jinete Tucuta Echan. La cosa duró poco: en el segundo salto se lo sacó de encima y lo tiró como a cinco metros. Mire que había que aguantarlo al tordillo, eran 640 kilos de músculos».
«Después de esa doma fue durante 19 años Reservado Premio Especial y en 157 jineteadas nadie pudo con él. Con El Zorro recorrimos 82.063 kilómetros por siete provincias. Nunca vinieron a montarlo a la casa de él, sino que fue él a la casa de los montadores. Y lo montaron los mejores, porque en esa época había buenos jinetes, no como ahora. Lo montaron: Ismael Santamaría, Chito Maldonado, Luis Romero y el Coti Iparraguirre, que lo subió tres veces y en la última salió dando rulos por el aire. Algunos jinetes se sostuvieron del tordillo colgados del pescuezo, pero El Zorro no era novia de nadie para que lo anduvieran abrazando. El promedio que aguantaban sobre el lomo eran 2,5 segundos. Hubo uno que estuvo ocho segundos, una hazaña».
«¿Que tiene una muerte? Es verdad que Carlos Aristegui se murió en una jineteada, el 11 de septiembre de 1983, pero no por eso El Zorro era un asesino. No lo mató el caballo, él se mató en el caballo, que es muy distinto. Aristegui se mató por tramposo, si el vino andando como de 80 metros, porque se ató a los estribos. Yo tengo varias fotos y se ve clarito que no le zafaron los estribos y quedó enganchado en la espuela. Y el tordillo con la cabeza le reventó el pecho y le quebró una pierna».
«El Zorro se retiró invicto, porque como es debido nadie le ganó. La vez que se dice que perdió, le hicieron trampa. Fue en 1991, en Santa Rosa, La Pampa, el caballo se cayó porque cuando Alfredo Ramos estaba arriba, lo volteó. Las fotos muestran cómo se le echó al cogote para que no lo apriete. Entonces lo volteó, porque si se cae el caballo lo aplasta con todo el cuerpo. Y el tordillo se lastimó. Se abrió, quiso levantar las manos y ya no pudo, así que me abalancé sobre el jinete para apartarlo. Tenía varias costillas fracturadas, así que lo llevé a La Plata para operarlo. Cuando llegamos a la Facultad de Veterinaria había una pizarra que anunciaba la llegada del tordillo. Lo estaban esperando y lo operaron todo tapado con mantas verdes, como si fuera un cristiano, y con instrumentista y todo. La operación duró seis horas y El Zorro viajó parado los 500 kilómetros de vuelta. Estuvo un año sin participar de las jineteadas y volvió en 1992 justo contra Ramos. Y vaya uno a saber por qué, se negó a la doma y ni siquiera galopó. Dos semanas después, en Médanos, con la monta de Luis Romero, volvió con todo y en el quinto salto lo revoleó. La gente lloró al verlo de vuelta».
«El tordillo convocaba gente en cualquier lado, por lo menos juntaba 6.000 personas. Y por montarlo los jinetes llegaron a cobrar hasta 10.000 dólares. Venían y pedían lo que querían, y la institución ponía, no apostaban contra mí. Y era a plata muerta, aunque lo bajaran o lo andaran cobraban igual. Yo iba al 50% de las entradas y me hacía cargo de todos los gastos. Nosotros en una época estuvimos cuatro años sin cosecha por el agua, y vivíamos gracias a El Zorro».
«En el verano de 1997, en San Cristóbal, Santa Fe, Miguel Ordina, campeón de Jesús María, lo hizo golpear contra el palo y, aunque lo bajó, quedó manco. Los veterinarios no lo pudieron acomodar, le quedó la mano medio arqueada. Y eso apuró el retiro. El Zorro se despidió en Bragado, el 13 de abril de 1997. Como la primera vez, yo lo largué del palo. El jinete fue Rufino Montiel, que también se despedía, ‘ni vencedores ni vencidos’ dijimos. El tordillo imposible que lo entendiera y se lo sacó de encima como siempre. La gente lo despidió con una ovación llena de emoción y lágrimas».
«Los últimos años de vida la pasó tranquilo en La Susana. Hasta que el 26 de diciembre de 2000 cayó muerto. Yo sabía que iba a la muerte porque se venía secando, ya casi no podía tragar y hacía varios días que iba por todos lados y escarbaba. A las 12.10 cayó tendido. A las 16.10 le di agua, porque tenía la lengua media afuera y lo bañé. A las 16.20 pegó una patada y quedó muerto. Y quedó mirando al norte. Dicen que los caballos buenos mueren mirando al norte… Lo primero que hice fue buscar una lona y lo tapé. Ahí lo dejé, nunca más lo toqué. Tenía 28 años. Nunca habrá otro como él».
82.063
Los kilómetros que recorrió, participando de domas en 135 pueblos de siete provincias distintas (Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Río Negro, La Pampa, Neuquén y Córdoba)
25.000
La máxima convocatoria que atrajo El Zorro. La doma fue en Necochea y propuesta por Jorge Aristegui, hermano de Carlos, quien muriera por las heridas sufridas al intentar montarlo unos años antes
157
Las montas que acumuló el célebre caballo en sus 23 años de jineteadas, 19 de los cuales fue premio especial. Según Passarotti, nunca fue derrotado en buena ley
Su fama está intacta
Omar Passarotti invita acercarse al lugar que El Zorro eligió para morirse. «Ahí lo dejé. Si yo lo enterraba, ¿qué pasaba con el que no lo conoció? Los huesos no son lo mismo que el caballo, pero aunque sea pueden ver los restos. Viene mucha gente a verlo», cuenta. Y para justificar su afirmación de que era un líder por naturaleza, cuenta: «Usted cree que vino un perro a escarbar, un peludo a buscar un hueso o algo, nada. Ningún animal se animó a hacerle nada a sus restos, que allí quedaron. Y allí están hasta este día».
Passarotti acepta gustoso posar para las fotos junto a José Luis, un admirador de El Zorro y quien organizó la entrevista. Para don Omar es habitual que amantes de las buenas épocas de las jineteadas quieran conocer al tordillo. «Hay un grupo que siempre viene de Mar del Plata, mucha gente le trae flores. Antes de morirse, cuando estaba acá, tranquilo, eran varios los que venían a pasar el día con él. Y no bien se conoció la noticia de que había muerto, un montón de gente se vino para acá, a llorarlo».
Siguen los premios
Ni siquiera la muerte pudo domar al tordillo. A 11 años de su desaparición, su fama está intacta y su tumba es visitada por una gran cantidad de gente. Además, en 2008, el documental «Montando a El Zorro», del cascallarense Juan Ignacio Domínguez, ganó el premio a Mejor Cortometraje en la edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La película fue proyecta en marzo de este año en Cascallares y también en La Susana, a pocos metros de donde están los restos del indomable.
El tordillo indomable
El Zorro dominó durante 23 años las jineteadas y se transformó en leyenda. Triunfador de domas en 135 pueblos de la Argentina, llegó a convocar a 25.000 personas en una presentación, se retiró invicto y su nombre y el de Cascallares, lugar en el que vivió casi toda su vida, recorrieron el mundo: hasta la tabacalera Marlboro lo quiso patrocinar y llevar a Estados Unidos. Omar Passarotti, su dueño e inseparable compañero, repasó en primera persona su célebre historia